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Poesía.
Por Manuel Gayol Mecías
Con estos poemas, Palabra Abierta felicita a todas las madres
XII
(Perennidad de la fábula)
Aún quedan cosas por decir:
como criaturas humedecidas por la densidad
del río
espacios que han volado sobre el tiempo
—empinados como torres blandas
se depositan en el museo de la memoria.
Que la fábula es un momento breve
no es cierto.
es un unicornio que va creciendo
con los años
dejando su imagen que retorna
con ese agasajo de traer estrellas
sobre su cuerpo envejecido
(pero esta no es la vejez que
se diluye
sino aquella que renace
en el encuentro de
la espiral).
Y el viejo unicornio
es decir, la presencia
de esta fábula
se rehace con la nueva geografía
con la nueva faz
del esplendor humano.
cuerpos y espacios que se cambian
palabras
este amor de la raíz con la tierra:
Mi pueblo y mi madre
como un solo árbol
sembrado hasta la muerte
un sagrado juicio en las lanzas de mis ojos
sentido del origen familiar
perennidad de la fábula
hacia la más cercana realidad.
XIII
Hoy recuerdo y acaricio tus arrugas
ese suave grandor de tu presencia
y descubro las raíces de mi génesis
Las raíces que vienen de las remotas
comarcas
donde el trueno incendió
los bosques
donde una estrella fugaz
iluminaba, de pronto, la saga
de los hombres.
Y la ínsula, lentamente, crecía como
un caimán marino.
Allí, la niebla fue cediendo
al paso del indio y del negro
y del conquistador que laceró
la paz.
El tambor se fundía con el flamenco
y los dioses de Nigeria y Calabar
aún resuenan en las noches.
Así, la tierra fertilizó las huellas
mambisas
donde hoy
la luz congrega las hormigas
que elevan bajo el Sol granos de oro
para dar brillo a los antiguos túmulos.
XX
1
Dime, madre
¿de qué gota de mar naciste?
Si yo he contemplado el rigor
de mi abuela
los ojos de cobre
en doña María.
Ella altivamente incógnita
con sus historias de esclavos y cimarrones
delirando en inglés.
Abuela rígida en la cama.
¿Un vegetal arrepentido de Norteamérica?
Doña María con su español anglicista
y viceversa.
Abuela en los laberintos de Dédalo
envuelta en un estatus atávico
pero hermosa como una luna de Valencia.
Abuela soberbia en el pasado
aún duerme en su retrato…
así parece, madre…
no la despertemos.
2
Quizás el abuelo sea la lluvia amable
en tu mirada.
Abuelo Manuel con ese sino del germen
bondadoso
rehaciendo los dignos secretos.
¿Qué has hecho para derramar el lago
de la vieja virtud
y recibir y transformar el gesto distante
el gesto del padre
y de otros abuelos hispanos
que nunca han permanecido ocultos?
(desconocidos abuelos que también
requieren una historia).
Ahora veo mejor el rostro de paz
en el ángel de tus ojos
y escucho la leyenda de la luz
en tus labios.
Sé que eres la cita del árbol
la corteza, la raíz posible
que besa esta tierra.
Sí, madre, silencio…
Hagamos silencio nuevamente.
XXI
Estoy convencido de que eres
la posibilidad que nunca he sido
esa intención del imán
al que no puedo resistirme.
Como un torbellino he buscado el verde camino
y solo he sido un ingenuo viajero
difuminado en la neblina
una mano que tiembla, quizás
ante la muerte
pero alguien que Salió del útero
dispuesto a todo
incluso, a precipitar su perfil
en el crepúsculo.
Tu voz es la hebra
por donde regreso de la ojerosa
penumbra.
Tú que convocas la paz
para acabar la muerte
y que la oruga se transforme.
Tú, madre, que perforas el grito
y articulas la ternura
a pesar de la angustia.
Tú serás la isla nueva.
Por ti he aprendido
que hay una marcha cómplice
labrando las rocas.
XXII
Porque la vida es un tumulto
una trepidación que borra las oscuras aguas
donde el hombre se yergue
y muchos crecen como la ciudad.
Y yo ansío la vibración del Sol
esa señal que recomienza en cada instante
y nos lleva hacia el reino de la verde montaña.
Pero antes, qué raro el mundo
en medio de la noche; el mundo
a veces
como un pozo, donde en el fondo
hacían ondas dilatadas los turbios
humores
donde proteicas estructuras
ocasionaban
complejas formas, grotescos
movimientos
que fueron hilvanados para asaltar
con saña
el ámbar de los ojos: los ojos
de otros; mis ojos también, excepto
los tuyos
que son los ojos de todas
las madres.
XXIII
Porque tu sola presencia, dormida
desvanece el cieno de mi rostro
porque la neblina se convierte en el rocío
depositado sobre la yema de mis dedos
porque se llena de sentido el amanecer
y te toco y tú despiertas. Y es entonces
que en la mañana vemos
el mundo girar bajo los pies, hundirse
las algas de la soledad bajo miriadas
de cuerpos anónimos.
Y nos salimos del miedo onírico
a la mirada invisible
a los carcomidos pensamientos.
Y tú y el mundo
(la Isla en el futuro esplendor)
se funden en el agua
—clara y vasta
que lava mi impaciencia.
XXIV
Y hoy, madre, me basta tu voz breve
tu mirada lánguida
y tus pasos de nube.
Ese hondo eco del tiempo
asomando en la memoria.
Tu cuerpo reclinado en el sofá
vigilando la prisa del viento
y tus escarchas como hilo de algodón.
Gracias por tu sentido deseo de amar el mundo
ese tacto tuyo que deslinda la muerte de los sueños.
Qué decirte, madre
sino que la pupila agradecida
reconoce el comienzo, eterno, de las cosas
la pupila que es el viaje y el regreso
esa luz que vierte la palabra
tan honda, tan terca —a veces
como la mirada de un ciego.
Hoy me basta tu voz breve, sí
el agua en tus días de lluvia en el aliento
las ancianas ventanas de tus ojos
con esa intuición solar del árbol
ventanas abiertas a nuestra presencia
y a la sangre interminable de la ínsula.
Qué ofrecerte
sino este ancho beso cotidiano
donde toda áspide queda fulminada
donde los misterios se disipan sin turbar el pensamiento.
Qué mereces
sino esta congregación familiar
este ímpetu de pueblo abierto a los pueblos
este amor bien profundo
que partió de tu vientre hacia la luz.
[La primera ilsutración se tomó de la página Terapias Naturales y Algo Más; y la segunda foto ha sido tomada de la página Fonditos]
Manuel Gayol Mecías es el director y editor de Palabra Abierta (ggayol27@yahoo.com).
Escritor y periodista cubano. Graduado de licenciatura en Lengua y Literatura Hispanoamericana, en la Universidad de La Habana en 1979. Fue investigador literario del Centro de Investigaciones Literarias de la Casa de las Américas (1979-1989). Posteriormente trabajó como especialista literario de la Casa de la Cultura de Plaza, en La Habana, y además fue miembro del Consejo de redacción de la revista Vivarium, auspiciado por el Centro Arquidiocesano de Estudios de La Habana. Ha publicado trabajos críticos, cuentos y poemas en diversas publicaciones periódicas de su país y del extranjero, y también ha obtenido varios premios literarios, entre ellos, el Premio Nacional de Cuento del Concurso Luis Felipe Rodríguez de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) 1992. En el año 2004 ganó el Premio Internacional de Cuento Enrique Labrador Ruiz del Círculo de Cultura Panamericano, de Nueva York, por “El otro sueño de Sísifo”. Trabajó como editor en la revista Contacto, en 1994 y 1995. Desde 1996 y hasta 2008 fue editor de estilo (Copy Editor), editor de cambios (Shift Editor) y coeditor en el periódico La Opinión, de Los Ángeles, California. Actualmente, reside en la ciudad de Corona, California. OBRAS PUBLICADAS: Retablo de la fábula (Poesía, Editorial Letras Cubanas, 1989); Valoración Múltiple sobre Andrés Bello (Compilación, Editorial Casa de las Américas, 1989); El jaguar es un sueño de ámbar (Cuentos, Editorial del Centro Provincial del Libro de La Habana, 1990); Retorno de la duda (Poesía, Ediciones Vivarium, Centro Arquidiocesano de Estudios de La Habana, 1995).
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