Poesía amorosa
A mis nietos, Christian Alexander y Giulianna Camille,
que siempre estuvieron en la esperanza de estos poemas.
Y ahora también a Grethel y Héctor,
que siempre están inventando su luz
Porque viene a ser mi voz alma de vuestro silencio
Lope de Vega
De Presencia del futuro esplendor
(1984 – 1986)
Así andaban, Punch and Judy
atrayéndose y rechazándose
como hace falta si no se quiere
que el amor termine en cromo
o en romanza sin palabras.
Julio Cortázar: Rayuela (-7)
I
Había un sabor a invierno en la tarde del mundo
esferitas de sol tibio brillando en el estanque
y un perfume a zumo fresco que salía de tu pelo:
silenciosos cabellos fríos
que me atraían lentamente.
Entonces yo buscaba el espejo
como el pez en su soledad
en su recinto íntimo, de ámbar.
Hubo una pausa entre los dos
al igual que una borrachera de naranjas y chocolates.
Y nosotros, en las postrimerías del otoño
fuimos un pronóstico de Grethel.
Nosotros solos y libres
bajo la mortecina luz de una cobija.
Y los pasadizos de las casas saltando hacia tus ojos
como si no fuera el azar, sino un asalto al cielo
un asalto al tiempo del cielo.
II
Y yo con la historia de
un poema por hacer
percibiéndote todos
los días
cuando despiertan tú y la esperanza
y la mañana del mar
por la ventana.
Porque ahora soy el que está frente a ti
y me perdonas
me perdonas por nublarte la mirada.
Tu mirada de caminos australes
que termina en mi piel de necio
y que ha buscado hondo en el mar
la suerte de los peces.
Estamos en litigio con la vida
siempre
como un eterno desenlace no resuelto.
Qué decirte cuando vemos la penumbra
que avanza
y tus manos desgastándose en el polvo
del cuarto.
Y yo escribiéndote estas líneas
entre deseos y congojas.
Si hay una vez para el comienzo
este minuto que el universo
nos dedica, guárdalo en tu pecho
y sigamos hacia el futuro esplendor.
Porque eres parte de ese misterio
esa significación que tengo de tu germen.
¿Cómo no amarte, entonces, para limpiar
el cieno de mi rostro: este infortunio
de no tener la luz constante?
III
Y me respondes con la pupila
hacia el paisaje
con tu fórmula de ademanes inequívocos.
Aunque eres un deseo sin nombre
sin título de paciencia; algo así como
la ola que va
y viene
y se pierde
y que es el mar.
Alguien dijo que el amor es el recuerdo
un absurdo
recuerdo del presente; otro dijo: una voz
del viaje interminable.
Para mí, eres la palabra escondida
la gacela rompiendo el tiempo
esa sonrisa en la ventana abierta
y el testigo terrible de la incertidumbre.
No quiero ser, entonces, el cuadro frío
del mármol
ni el espejo, repetidor de otra mirada.
Necesito tu mano tibia en el costado
para saber que el mundo
no descansa.
IV
El ámbar vino contigo
rehaciéndose contigo.
Fue la destreza del sosiego despertando a
la voz
sin hablar de lo imposible, claro
o de la faz retenida
a destiempo; tú saliendo de las sábanas
como una silueta lunar.
Cuando el ámbar, inagotable
abandona el temor dormido ya
trae la instancia posible de la luz
y despiertas en el ámbito ancho
del gesto.
Tú, que eres ambarina
como un manojo de arena
sonriendo bajo el mar.
Tú, con la solución de una sonrisa
dando eternas vueltas sobre mí.
V
Tu noche compartida
la mía: la que siempre
emprendo contigo, como un juego
de naipes
donde hay un rey de espada en vilo
en el perfil de la carta, mirando
el borde de las cosas.
Esta humana noche alternándose
con el ruido familiar
con la prisa inmisericorde. Y el estruendo
de la sangre sonando limpio
cada día, cada hora de nuestro tacto
cercano.
Porque solo basta tocarnos las manos
ese roce de los dedos. Aunque el mar
rompa los muros de la ciudad
y el atardecer
se sumerja por instantes. No tengamos
miedo
la luz viene de adentro, hacia
las muchedumbres y las calles.
Y el espejismo de la ciudad semejando un solo cuerpo
imaginando los fragmentos del sueño.
Tú abriendo los párpados, hablándome de Grethel
explicando por qué Hansel se quedó
en el cuento
y Grethel aprendiendo una canción
y el piano sonando largo
como una mañanera danza
como una sonata de mar en la ventana.
VI
¿Qué misterio quedará impávido
ante la niña que viene
y alborota junto a la mesa puesta?
La niña interesada en Magallanes
en los indios y Las Casas
y en los océanos de papel.
¿Cuál es el secreto del Arca
que poseo?
¿La luz simplemente eso
o el fruto enaltecido de tu vientre?
Algo quedará más allá del ocaso.
Estoy seguro que es el viento
un transeúnte primigenio.
Sí, el viento…
El viento que regresa.
VII
Porque es tu aliento el que retorna
ese jadeo inefable
que salta por la ventana hacia la plaza.
Y el fénix reconquista el universo
del lecho
en el sentido mítico de toda mujer
ese devaneo del tiempo entre dos cuerpos
la aniquilación del espacio
cuando tu muslo, lúcido, atrapa
mi temblor.
Entonces, el cielo se va haciendo una rosa
luego, otra flor extraña abriéndose
infinitamente.
En estas noches jugamos al reencuentro
al sacrificio divino del toro
de su imagen estelar en el ruedo del cuarto.
Y el abejón pierde su terror a la muerte
mientras las campanadas de un reloj lejano
apuran su vuelo hacia el imantado jardín.
VIII
¿Quién sino yo
traducirá tu vida
en un lenguaje de pequeños detalles
de río transparente en la oscuridad
donde solo existe el tiempo que espera?
El espejo vacío
se va llenando con el ruido del tiempo
mientras tú reconstruyes
los fragmentos del único sueño
y yo desando en este poema
que es el tuyo.
¡En el páramo hay una espiga fresca!
Y en las ruinas del viejo castillo
una mujer encuentra la carta perdida.
Hay una silla inmóvil en el cuarto
y el polvillo doméstico traspasa
sus rejillas.
Pero es mejor saber que el mar viene
del mar
que la espuma reaparece.
Así, la tristeza tiene algo de triunfo
y meditamos en la oscuridad
hasta que el alba suaviza nuestros
cuerpos.
Pero el amor, esa palabra…
Viene a limpiar del gesto la ojerosa
vigilia
de los necios amantes.
Y el coito vuelve ufano al centro mismo
del cuarto
para tener la aventura
de otra quimera
igualmente digna.
Más tarde, el amor prosigue
en una semejanza
tierna, como una romanza desubicada
en las postrimerías del pasado.
Esa palabra que padecemos
en infinito
número de horas, cuando la noche se une
con el día.
Porque el amor no puede dejarse
en la repisa
queda ahí, en el rincón posible
aunque también se va prendido
a nuestras sombras:
invisible amor insistiendo
como un gorrito de aire diferente.
XIII
Y yo he de tenerte
en la escondida mirada
en el centro mismo del silencio
y en la noche del espejo
en el conjuro de la luz, con su idioma
digno de recuerdos
en las complejas vibraciones del cristal
en cualquier abecedario de artilugios
o en aquel grupo de jazz
bajo las notas de un saxo.
Tú que contemplabas el baile
el da capo frenético de un mambo.
Tú con el sentido deseo de mujer airosa
tenaz en tu figura solitaria
sentada a la mesa de un convite.
Aquel tiempo de farras ya casi legendario.
XVI
Estos manuscritos encontrados
son como rumores que persisten
intentos complicados de luz
que no ansían el final.
No sé si el poema se olvide
o quede la duda lastimando.
Pero habrá un eco probable
en los grandes ojos.
¿Algún recuerdo escoltará el deseo
de sentir el alba?
¿Será, quizás, el vasto silencio
o la sonora carcajada?
¿El oficio en éxtasis vacío, los estrujados
papeles sobre la mesa, el juguete
y los libros de la niña
que se repiten en el sueño?
No sé…
Pero no pienses que es solo íntimo
el poema
alguien quedará contento, alguien beberá
en la fuente
y lavará su rostro
y acabará la carta
en un punto y aparte que comienza.
Los poemas seleccionados de “Presencia del futuro esplendor” han sido extraídos de su poemario Retablo de la Fábula, publicado por la Editorial Letras Cubanas en La Habana, 1989.
Manuel Gayol Mecías es el editor de Palabra Abierta. Escritor y periodista cubano. Graduado de licenciatura en Lengua y Literatura Hispanoamericana, en la Universidad de La Habana en 1979. Fue investigador literario del Centro de Investigaciones Literarias de la Casa de las Américas (1979-1989). Posteriormente trabajó como especialista literario de la Casa de la Cultura de Plaza, en La Habana, y además fue miembro del Consejo de redacción de la revista Vivarium, auspiciado por el Centro Arquidiocesano de Estudios de La Habana.
Ha publicado trabajos críticos, cuentos y poemas en diversas publicaciones periódicas de su país y del extranjero, y también ha obtenido varios premios literarios, entre ellos, el Premio Nacional de Cuento del Concurso Luis Felipe Rodríguez de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) 1992.
En el año 2004 ganó el Premio Internacional de Cuento Enrique Labrador Ruiz del Círculo de Cultura Panamericano, de Nueva York, por El otro sueño de Sísifo.
Trabajó como editor en la revista Contacto, en 1994 y 1995. Desde 1996 y hasta 2008 fue editor de estilo (Copy Editor), editor de cambios (Shift Editor) y coeditor en el periódico La Opinión, de Los Ángeles, California.
Actualmente, reside en la ciudad de Corona, California.
OBRAS PUBLICADAS: Retablo de la fábula (Poesía, Editorial Letras Cubanas, 1989); Valoración Múltiple sobre Andrés Bello (Compilación, Editorial Casa de las Américas, 1989); El jaguar es un sueño de ámbar (Cuentos, Editorial del Centro Provincial del Libro de La Habana, 1990); Retorno de la duda (Poesía, Ediciones Vivarium, Centro Arquidiocesano de Estudios de La Habana, 1995).
Este suplemento te quedo genial mi amigo! Felicidades y exito te deseo siempre!!!!